MANUEL SANTIAGO
El pasado 2 de junio, estaba invitado a la presentación del libro Relato de náufrago, en el espacio RGF de la calle Arriaza y allí que me fui. Luego me encontré con una exposición colectiva de pintura homoerótica y con que se presentaba un segundo libro, este de Amparo Gutiérrez.
No sabía que Manuel Santiago y Amparo Gutiérrez, ambos licenciados en la facultad de Bellas Artes de la UCM eran compañeros de curso y que después de años sin verse se habían reunido para dar a conocer sus incursiones en la poesía, a pesar de ser los dos pintores. Conozco la trayectoria plástica de Manuel Santiago, hijo de Santiago Morato, un magnífico pintor, que tantas veces nos emocionó con su realismo mágico.
Relato de náufrago le ha dado mucho de si a su autor, porque primero fue la exposición de una serie de pinturas, luego una instalación en Casa de Vacas y, por último, un libro de poemas, exornado de imágenes de la serie homónima. Es fácil de entender que, lo más interesante de todo fue la pintura de Manuel Santiago, alternando el color con el dibujo, para proponer un icono fresco, fluido, gustoso.
Relato de náufrago es una catábasis, una bajada a los infiernos para vivir una experiencia catártica y salir, si no purificado, si fortificado para seguir luchando con desparpajo y sin mochilas perversas. El autor ha intervenido en un combate del que ha salido con heridas, que pretende curar con colores, formas y palabras. No sabemos si lo ha conseguido, porque las palabras ejercen muchas veces de máscara para disfrazar la realidad.
Lo que si sabemos es que la pintura ha triunfado, si pintura narrativa, que nos va contando historias de las que nos vamos olvidando atraídos por la sensibilidad del diálogo del color y las formas. La pintura nos habla de una manera distinta a lo que nos cuentan las palabras. Su poesía nos transmite la sonrisa de una curación o al menos el manifiesto propósito de ello.

El libro de Amparo Gutiérrez, Pájaros en la boca, también es autobiográfico y en él va desgranando el amor y el desamor, que se cura con amor. La poeta nos leyó, con muy buenas tables, algunos de sus poemas de este su segundo libro, de igual modo ilustrado con dibujos propios.
La precepción depende de la capacidad de cada uno, no hay gradaciones, ni ensayos. Pareciera que las artes plásticas son más accesibles al espectador que la poesía, porque nos hemos acostumbrado a leerla y eso nos permite alguna distracción, pues sabemos que compraremos el libro y nos podremos dar una segunda o una tercera oportunidad para sentir aquel universo que se nos propone.
Amparo Gutiérrez tiene una voz cálida, sensual, y hace que el poema nos resbale por toda nuestra atención hasta posarse de la flor de nuestras sensaciones. Más tímido parecía Manuel Santiago, o menos habituado, pero con la fuerza suficiente para abrir ventanas e invitarnos a contemplar el paisaje de un cosmos que desconocíamos.
Estos encuentros plurales son muy oportunos porque te exigen implicarte, comparar, mirar con más atención y escuchar con más entrega. Tanto Pájaros en la boca, editado por La poesía mancha,como Relato de náufrago, FreeVoices ExLibris, tan en lo mismo, pero tan distintos, congregan muchos hallazgos, mucha sencillez y mucha magia, también algunos momentos ripiosos, pero eso se corrige escribiendo, leyendo en voz alta y atendiendo a una cierta sonrisa de las aguas.
En lo que están muy experimentados es en sus respectivas obras pictóricas, muy escasa la que pude contemplar de Amparo Gutiérrez y más genuina la que exponía Manuel Santiago, con aciertos incontestables y un lenguaje por el que se pasea lo mismo un renacentista que Basquiat.
Tomás Paredes
Presidente H. de AMCA