Plasencia, la perla renacentista del Jerte, ha sido escenario de sucesivas acciones históricas determinantes a través de los tiempos. De ordinario pasaron por allí, como los norteamericanos por Villar del Río, en Bienvenido, Mister Marshall, 1953, con gran pompa y majestad sin dejar un ápice de nada en la ciudad.
Me entero, casi de forma clandestina, de que en la próxima primavera se expondrá en Plasencia y sus catedrales una nueva versión de Las Edades del Hombre. Es una gran noticia y valoro con gran estima esta actividad que dará merecida visibilidad a la joya plasentina.
Se trata de una oportunidad de oro para que la ciudad luzca como nunca. Y no sería un error acompañar esta magna empresa cultural con otras actividades complementarias, como la exhibición de la Colección del Salón de Otoño de Plasencia, hoy propiedad de la Fundación de Liberbank, que en varias ocasiones se ha intentado acercar o ubicar en Plasencia.
Es más, para esta colección de pintura y escultura, que se ha ahormado a través de lis tiempos, desde su inicio en Caja Plasencia, sería una ocasión idónea para exhibir el arte laico contemporáneo de las tres últimas décadas cabe el arte religioso de varios siglos.
El Ayuntamiento, con su alcalde a la cabeza, y las asociaciones ocales culturales deberían unir sus fuerzas para construir una corriente de opinión, que consiguiera que Plasencia fuere el centro cultural del oeste español, al menos durante los meses que duren Las Edades del Hombre.
Nunca es fácil poner de acuerdo a entidades públicas y privadas con intereses particulares, si no contrapuestos. Pero, en este caso, pienso que los objetivos de todos son uno solo: dotar a la ciudad de todas las manifestaciones posibles para hacer su atractivo múltiple y generoso.
Se vea o no quiera verse, guste más a uno que a otros, hay casos tan evidentes como el efecto que la actividad cultural ha tenido sobre la ciudad de Málaga. El alcalde Francisco de la Torre y su equipo han logrado hacer de la capital andaluza un lugar de pernoctas y han creado semilleros de miles de visitas con la creación de cinco museos, todos ellos de responsabilidad municipal.
Málaga, hace unos años, era la ciudad de tránsito hacia los famosos enclaves turísticos de la costa del sol. Pero la decisión del alcalde ha acabado con esa dinámica y ha revertido esa costumbre poniendo a Málaga en el centro. Algo ha tenido que ver la actuación de José María Luna, director de los museos Casa Natal de Picasso, Pompidou Málaga y Museo Ruso. Por cierto, Luna, en alguna ocasión, participó en el jurado del Salón de Otoño de Plasencia.
Y no sólo eso, la ciudad cuenta con ilustres autores entre sus vecinos, poetas y novelistas, y debería intentarse unas jornadas en torno a la narrativa de Gonzalo Hidalgo Bayal; un encuentro poético sobre el Jerte, organizado por Álvaro Valverde; un ciclo de conferencias sobra la historia de Plasencia. Las librerías deberían unirse con el Obispado para realizar una muestra bibliográfica sobre libros de Plasencia, editados allí o que la refieran. Abrir un concurso de ideas para restaurar el prestigio de la ciudad…Lo que yo no soy capaz de pensar, otro lo puede hacer y hay que ponerlo en valor.
Y aún, el Obispado, que tan activo y acetado estuvo en la creación y organización de la Bienal de San Lucas, tendría una razón inexcusable parar seguir con este concurso de pintura, que cumplía varias funciones de mecenazgo y culturales. Pues, que yo tenga conocimiento se hizo la primera convocatoria de la Bienal de San Lucas y luego, por las causas que fueren, se ha olvidado.
Lo que no se mueve, se cosifica y acaba deteriorándose. Lo que no rinde un servicio, desaparece o se adormece. Mi cariño y admiración por Plasencia me llevan a pergeñar estos deseos, que pueden ser una realidad. No se trata de una idea romántica, ni de ilusiones vanas, si otros lo hacen, los plasentinos también pueden hacerlo.
Y bien sé que, Plasencia no es una capital andaluza con playa mediterránea, pero si un tesoro arquitectónico, con un paisaje espectacular y una gastronomía igualmente brillante. La arquitectura y sus gentes hace de Plasencia un lugar histórico y cordial que precisa ser conocido y debatido. Y Las Edades del hombre es una oportunidad pintiparada para hacer estas cosas y proponer otras más.
Tomás Paredes
Presidente H. Asociación Española de Críticos de Arte/AICA Spain