Obituario: Luis Hernández del Pozo

5 mayo 2014

Nos ha dejado, subitáneamente y en silencio, LUIS HERNANDEZ DEL POZO, poeta y crítico de arte.

Descansa en paz, querido amigo.

Perteneció a una estirpe de español que se agota: Amaba a España por encima de cualquier cosa. Ser español era su máximo orgullo y se complacía en considerarse continuador de la saga de los Jorge Manrique, Garcilaso de la Vega, Gutiérrez de Cetina, Carrillo de Sotomayor y de su entrañable compañero de armas y de pluma, Luis López Anglada, en quién el soneto sonaba a gloria. Hernández del Pozo fue militar y a toda honra.

 

Luis, era Luis, personalidad arrolladora, que a nadie dejaba indiferente. Prolífico con la pluma y abundante en vitalidad y energías: Escribió muchos libros, tuvo muchos hijos, cerca de treinta nietos y ya varios biznietos y, aseguro que, también plantó árboles. Cumplió como hombre social y sociable y como literato.

Era también religioso, cofrade, y de los principales, de la cofradía del Cristo del Consuelo y María Santísima del Sacromonte, el Cristo de los Gitanos en el fervor popular. Mientras pudo, todos los miércoles santos y durante toda la noche, acompañaba a su Cristo y a su Virgen a recorrer todo El Albaicín “granaino y calé”.

Nació en Ciudad Rodrigo en 1926, pero “era natural de todos los rincones de España”, como siempre repetía; y lo decía porque era verdad, incluyendo rincones de la hermana Hispanoamérica. Pasó su infancia y primera juventud en Granada, de la que se enamoró y en la que adquirió un cierto acento andaluz, que nunca perdió, a pesar de haber vivido muchos años en Madrid. En el fondo de su corazón estaba su Granada, en la que desde lo alto de la Alcazaba repetía orgulloso los versos de  Alarcón Icaza, explicando “que no hay en la vida nada, como la pena de ser ciego en Granada”. Por eso tuvo que morir, -no podía ser de otra forma-, en esta ciudad de sus amores, bajo la Sierra Nevada y muy cerquita del mar, al que cantó: Así, el día uno, estrenando Mayo, después de una operación debida a una caída, se nos fue por los caminos del mar, en donde “el final, a los ojos, es el cielo”, como él cantó y en donde nos estará esperando, para seguir charlas y tertulias y continuar haciendo poesía.

Hernández del Pozo, paralelamente a su actividad militar, desarrolló una intensa actividad literaria y artística, como lo prueba su extensa bibliografía en los territorios de la historiografía, el periodismo, la literatura y la crítica de arte, pues la ejerció muy profusamente a lo largo de toda su vida activa, que sólo abandonó en los tres últimos años, debido a ciertas limitaciones físicas, que le hacían la vida un tanto difícil, aunque él lo llevaba con recio estoicismo castrense.

Perteneció, durante varias décadas, a la Asociación Madrileña, a la Española  y a la Internacional de Críticos de Arte y se cuentan por centenares sus reseñas críticas, prólogos y presentaciones de muchos artistas plásticos y de poetas, a los que en  tantísimas ocasiones, acompañaba de sentidos poemas, que la emoción de sus obras le inspiraba. Hoy son muchos los que, sin duda, se sentirán huérfanos de su compañía y llorarán en silencio su pérdida. Otros, que  le precedieron en cruzar la Laguna Estigia, se habrán encontrado con él de nuevo, ya en el Olimpo, formando un eterno parnaso.

Comisario y jurado de certámenes y de exposiciones, fue director y animador de aulas de poesía y de la Academia Libre de Artes y Letras de San Antón, perteneció a la Asociación de Escritores y Artistas Españoles. Impulsó la poesía allí donde estuviere y son varios los poetas que se han hecho a su cobijo. Fue cofundador de la prestigiosa colección ARBOLÉ y, más recientemente, de la colección ACADEMOS, ambas dedicadas a la publicación de las obras de poetas españoles vivos.

De su extensa producción poética, merecen destacarse los siguientes poemarios: “Espumas”, primer poemario del autor,(Sedas, Granada); “Hispanidad”, Premio Flor Natural, (Toledo); “Premio Ejército de Literatura 1976”; “Toledo en el recuerdo”, (Arbolé, Madrid); “Colmeiro, el poeta del pincel”, (Oriens, Madrid); “Una señal roja y gualda”, Premio Alforjas para la Poesía; “Al calor de la piedra”, (Arbolé, Madrid); “El silencio”, Premio Luis Rosales; “De viajes y violaciones, Premio Marrodán, Vigo. Y cabe destacar su bellísimo poemario “Paisajes con Figuras. En el Valle del Cauca”, publicado en Colombia, en donde la poesía de Luis Hernández del Pozo alcanza los más elevados e inspirados tonos líricos y emocionados y emocionantes matices expresivos.

Quiero terminar, poniendo en mi pluma lo que, con la suya, dijo de nuestro hombre y poeta Luis López Anglada, la otra cara de la misma preciada moneda a la que él prestaba la suya. Estas son sus palabras, que yo hago mías para terminar esta glosa elegíaca: “Luis Hernández del Pozo encuentra en la poesía el cauce auténtico de su rica y variada personalidad. Preocupado más por la intensidad de su expresión, que por la perfección de la retórica empleada, deja libre su inspiración que comunica rápidamente al oyente sus oleadas de pasión o dolor. Pero esta oleadas no le quitan la contemplación de lo que le rodea y, así nos hace participar de todo lo bello o interesante, que se pone ante sus ojos”. “Hernández del Pozo sitúa su relato en tiempos y lugares que dan fe de su existencia y acercan al poeta a la misma humanidad del lector”. Y es que Luis Hernández del Pozo era, en fin, un humanista.

Descansa en paz, mi muy querido amigo.

Benito de Diego González

Miembro de las Asociaciones Internacional, Española y Madrileña de Críticos de Arte

www.domusdidaci.blogspot.com.es

 

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