Necrología: Mary Rivera

15 septiembre 2012
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El pasado domingo, 2 de septiembre, fallecía Mary Navarro de Rivera. Era una sonrisa, una dulzura con perfume de cinamomos, un encanto. Tan callando como vivió, nos ha dejado. Todo el mundo del arte la recordará, en tantas exposiciones, siempre acompañada de Marie Claire Victoria, con su gorrita francesa.

Dedicó su vida a Manolo Rivera y a sus hijas, a mantener viva su obra y vívido su legado. Pero, además era pintora. Cuando se conocieron en Granada pintaban juntos, ella con excesivo pudor, que nunca perdió. Pintaba y llegó a hacer una exposición en Colombia.
En Memorias, 1928-1971, Manolo Rivera, Granada 2007, p.68, podemos leer: “El día 12(octubre de 1951) a las 11de la mañana, en el Santuario del Perpetuo Socorro, donde hice mi primera Comunión, donde tantas tardes fui de niño con mis padres, contrajimos matrimonio. Era una magnífica mañana y Mary llego a la iglesia como una niña vestida de novia…”
Desde que fueron novios, no se separaron, eran como dos caras de una página y sólo en contadas ocasiones, cuando estuvo embarazada, dejó de acompañarle. Vivieron los años grises y el triunfo de Manolo juntos y cuando él murió, 2 de enero de 1995, Mary quedó como si le hubieren cercenado parte de su cuerpo.
Cariñosa, sencilla, natural, guapa, muy granaina, custodió la obra de Manolo Rivera, co -mo mejor supo, y eso ha hecho que su nombre y su legado mantengan vigencia. La o-bra de Manolo Rivera, uno de los miembros fundadores del grupo El Paso brilla por si misma con su profunda originalidad, pero requiere atención y nadie estuvo tan pendien-te de ello como Mary Rivera.
Generosa, desprendida, amiga fiel, atenta, cordial, administró con mano de seda un patrimonio creativo, que está en nuestra historia reciente del arte. Lo dejó todo por acompañar a Manolo. En las Memorias citadas hay sucesivos pasajes que hablan de su amor y de una andadura al mismo paso, juntitos.
En la iglesia que construyó Fernando Higueras, otro artista, en Pozuelo, en la tarde-noche del día 12 ha sonado una oración fúnebre en su recuerdo en presencia de sus hijas, sus nietos y sus amigos, muchos y conocidos, pero sobre todo, Marie Claire y Teresa Alberti, que se emocionaba evocándola. Vivió, amó y fue amada, vio crecer a sus nie -tos y mantuvo con dignidad el prestigio de la obra de Manolo. No está mal para una vi-da de mujer, en la sociedad de los hombres. Sit tibi terra levis, Mary, nos quedamos pa-ra siempre con tu sonrisa, genuina, pulcra, limpia, hermosa, leve, hechicera, azul de cina -momos, de niña novia de la vida.

 
Tomás Paredes

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