EXPOSICIÓN DE Margarita Gámez
Del 4 al 26 de mayo.
Cuando contemplo la obra de Margarita Gámez sólo veo pintura. Un intenso, inmenso universo donde dialogan formas y colores, que potencia el sentido de la magia. Es decir, con independencia del tema, del motivo, del tono, de las gamas, siempre acabo viendo la versión más feraz, más mollar, más candente, más vibrante de qué es la pintura.
En Mensaje del cielo a un hogar dormido, rubro de esta entrega de su obra reciente, de nuevo, antes de cualquier consideración, en origen del sentir y la mirada, sólo veo pintura. Matizada, sublimada, compensada, trabajada, cuajada de sorpresas y de combinaciones inesperadas, chispazos donde salta la sonrisa de la poesía, la luz silente de la presencia, la fuerza del ser, que anuncia una realidad deslumbrante.
Mensaje hace relación al destino de los ángeles, al viaje, al camino que recorren los sueños, los anhelos, los deseos. Y más si ese anuncio viene del cielo. Ya lo dijo de una vez y para siempre Claudio Rodríguez: “Siempre la claridad viene del cielo;/ es un don:”, Don de la ebriedad. Como esta pintura, ahíta de claridad, es un don, que viene del cielo para iluminar los hogares dormidos, los espíritus, los ostugos donde reina la sombra. Un sueño con racimos de colores donde madruga la sensibilidad.
¿Qué anuncia Margarita Gámez en estos lienzos que expone a nuestra consideración? ¿Una casa, un jardín, un cuento, una promesa, un bosque? ¡Qué importa! Luego de cualquier consideración, sólo anuncia la pintura: un entramado de cromías, que dibujan una cartografía, ya referencial ya onírica, que nos pone a las puertas de un suceso maravilloso.
Es como si en lugar de decirnos este pasaje está compuesto como…Margarita nos dijera, abrid bien los ojos, quedaos en blanco, atentos, callados, porque os voy a contar un cuento de hechizos y chamanes, donde no hay seres imaginarios o fantásticos, sino que lo protagonizan la materia, la forma de gobernarla; la técnica, la ductilidad para guiarla; la imaginación creadora, la fuerza para lanzarla al firmamento, como se vuela una cometa un día de viento, un día de fiesta, un día en el que florece la epiqueya.
Verdes esmeralda se alían a una sucesión de ocres, los bermellones a los jaldes, los zafiros de Ceilán, azules purísima, a los turquesas…Es como un festival silencioso de intensidades armonizadas por él ángel de la pintora, que porta mensajes de gracia para los sentidos a través del color en todas sus edades. Como un mosaico en que cada tesela fuere una pincelada de vida vivida.
Cuando se dice que el arte aspira a la belleza, se hurta siempre la palabra desasosegante, que nada tiene que ver con el feísmo. En el Libro del desasosiego, en un momento brujo, dice Bernardo Soares: “Donde hay forma hay alma”. En estas creaciones de Margarita Gámez hay formas, que tienen alma; estructuras ideales, soportes de la pintura y la belleza. En estas vistas exteriores hay intimidad, sentimiento interior, que ahorma su idiolecto, lírico y deslumbrante.
Tomás Paredes
Presidente de Honor de AICA Spain