Ante todo, hada hechicera de la luz. El arte fue para ella la esencia de un vivir comprometido. Buscó la forma, con pincelada suelta e intimista; persiguió la armonía del color y la ambrosía de las gamas: “no me interesa el realismo. Yo he buscado siempre la presencia y la jerarquía de la luz”, me confesaba al hilo de la presentación del libro de su vida.
El pasado 30 de junio, en un momento desquiciado de elecciones y delirios, se produjo la inesperada muerte de Maribel Torre Cañeque, pintora de pro, esposa de nuestro colega y amigo Benito de Diego, secretario general de AMCA, ingeniero y poeta.
Madrileña de 1937, desde su infancia se sintió atraída por el arte, se formó para la vida, sin descuidar las llaves que abrieran las puertas del ámbito de su pasión. Se preparó para el estudio de las Bellas Artes con don Julio Moisés, pasando por la academia Peña. Luego, en la Escuela de San Fernando se licenció, obteniendo el título de profesora de Pintura y Dibujo.
Compartió la crianza de sus hijos, el gobierno de su casa, con su vocación y estuvo enseñando en varias escuelas y en el Centro Cultural de Boadilla del Monte. Aún, quiso competir, presentándose a distintos concursos, siendo Primer Premio de Pintura Ayuntamiento de Madrid, 1995, y Premio Certamen de Pintura Deportiva en Barcelona, 1999.
Maribel fue, ante todo, una señora elegante, generosa, empática, locuaz, vivaz, amena. A finales de mayo de 2019, en la Fundación Carlos de Amberes, ante un numeroso y selecto auditorio, presenté el libro: “Torrecañeque. Una vida. Una obra”. Una publicación monumental que resume su andadura vital y creativa, reuniendo textos y análisis de Luis Hernández del Pozo, Tecla Portela, María Dolores Arroyo, José Pérez-Guerra y Julia Sáez-Angulo. Amén de sus pinturas, dibujos y grabados.
Aunque no lo tengo a mano, ni dato alguno, recuerdo aquella tarde con nostalgia por el calor humano que la animó. Y el texto que le dedica la poeta Tecla Portela por su belleza y solercia. Escribir de arte con pulcritud y sin halagos banales no está al alcance de todos.
Los asuntos de su plástica se reparten en diversas técnicas y temas. Tuvo predilección por la figura y el paisaje, por el bodegón y el retrato. Para mi, su mano alcanza ductilidad y rigor en el paisaje. Hay referencias magníficas de Toledo, como el reproducido en la tapa de su libro; El Escorial o el Burgo de Osma, que están entre lo más llamativo de su pintura. También el retrato, tal el de Edit Stein, que se muestra en la iglesia de Carmelitas del Burgo de Osma. Aunque lo que determina su estética es el manejo de la luz, la iluminación y contrastes de sus lienzos, su búsqueda de perpetuar la claridad.
En repetidas ocasiones le oí decir a Benito de Diego, esposo de Maribel, que era la mujer de su vida. Maribel Torre Cañeque fue una madre querida, una mujer amada y una pintora veraz y afortunada, que entendía el arte como una celebración, al margen de las competiciones y el mercado. ¡No está mal para una vida vivida!
Para Benito de Diego, caballero y liberal, respetado y valorado amigo; para sus hijos, nuestras condolencias más sentidas. Todos echaremos de menos la sonrisa de Maribel, su humanidad, aunque nos quede la huella profunda de su plástica.
Tomás Paredes