Sofía Santaclara (Oviedo, 1970) confiesa abiertamente su fascinación por coleccionar piezas únicas e incorporarlas a su “Cuarto de Maravillas” y su íntimo disfrute al arrancar jirones a la realidad para llevarlos a un mundo onírico, irreal y perturbador, en un viaje en el que las cosas, los objetos, los seres vivos, empujado más allá de su realidad física y conceptual, adquieren significados imaginarios y despliegan un amplio campo de sugerencias y de sentidos posibles.
Este afán de coleccionista es el eje vertebrador de la exposición de fotografía que Sofía Santaclara muestra en la Galería Vértice, de Oviedo, y alcanza su máxima expresión en el conjunto de imágenes titulado “Las lepidópteras”. En las celdillas de varias cajas se muestran pequeñas fotografías de mujeres desnudas, retratadas siempre de espaldas y en posturas muy diversas, sujetas por un alfiler, en un tratamiento y presentación que recuerda a las colecciones escolares de mariposas u otros insectos. Pero Sofía Santaclara no se limita a recopilar imágenes brillantemente realizadas, tanto por su composición como por su realización técnica, sino que, como una entomóloga, ordena, jerarquiza , clasifica y les asigna un nombre.
Y, en esta operación taxonómica, es donde se produce la gran transformación. A pesar de la gran potencia de la imagen para presentarnos la realidad – o, al menos, parcelas de realidad -, la palabra, el lenguaje, es el instrumento básico de comunicación y, a través de él, se dota de significado, se interpreta y comprende la realidad. Los nombres de las mujeres mariposa, al tiempo que las designan, individualizan e identifican, cubren de sombra y difuminan la imagen real, hacen patente y alumbran una nueva realidad marcada por la ironía, el juego, la complicidad.
Cada una de las mujeres mariposa está irónicamente identificada por un nombre científico, expresado en latín, y por su nombre común o vulgar en castellano. Y, al nombrar a cada una de ellas, emerge poderosamente realzada figura de la mujer, que alza el vuelo desde su figurada condición inicial de lepidóptera hasta su total protagonismo. Pero no una mujer genérica, sino muchas mujeres diferentes, cada una de ellas con su propia individualidad, su personalidad, tan diversas como es la propia realidad de las personas y sus relaciones sociales.
La mariposa está ausente, pero la presentación y el tratamiento de las cajas, así como el propio título de la obra, nos la hace presente. Imaginamos una bella mariposa, ya muerta y clavada en su casillero como objeto de estudio y disfrute. Ha recorrido un largo proceso de evolución hasta convertirse en mariposa y poder levantar durante un tiempo el vuelo antes de morir. Aquí, es la mujer quien ocupa el lugar de la mariposa en las celdas de la caja y, a lo largo de la historia, su proceso evolutivo, su conquista de la igualdad ha sido igualmente premioso y complicado, pero su identidad y su individualidad no puede quedar constreñida por elementos formales, por marcos conceptuales ni físicos, los desborda, emerge y levanta poéticamente el vuelo
Tal vez podría pensarse en “Las lepidópteras” como una metáfora de género.
Roberto Velázquez