El pasado día 18 de septiembre de 2011, en la villa burgalesa de Covarrubias tuvo lugar la inauguración de la capilla de S. Olav, patrono de Noruega promovida por la Fundación Princesa Kristina de Noruega y la Junta de Castilla León. El acto fue presidido por el presidente de la Junta, D. Juan Vicente Herrera, y la Sra ministra de Cultura de Noruega, Anniken Huitfeldt. El obispo de Nidaros (Noruega) -en su catedral se encuentra el cuerpo de S. Olav- y el obispo de Burgos bendijeron el acto.
Esta capilla, realizada en acero laminado y madera, está ubicada a unos tres kilómetros de Covarrubias. Quiere la leyenda de la princesa noruega Kristina -convertida en infanta de Cástilla y León por su matrimonio con el infante D. Felipe, hermano del rey Alfonso X “El Sabio”- que la joven pidiera a su flamante esposo la construcción de una capilla a S. Olav; la promesa fue hecha pero quedó incumplida. El 18 de septiembre del 2011 la capilla se convirtió en realidad.
A S. Olav, su importancia en la Noruega medieval y al “Camino europeo de S. Olav” dedicaremos otro artículo. Las líneas de hoy tienen por objeto ubicar, para aquellos que no conozcan los hechos, a la princesa Kristina en el tablero de la diplomacia de la época de Alfonso X el Sabio, rey de Castilla y León. Una consecuencia de esa política fue la venida –y muerte- de Kristina en el Reino de Castilla.
Kristina de Noruega, Infanta de Castilla y León
En el año 1958 al ser estudiados los sepulcros de la Colegiata de San Cosme y San Damián de Covarrubias en uno de ellos se encontraron los restos de una mujer adornada con magníficas joyas y vestida con suntuosos ropajes con bordados de oro y pedrería. Su altura era bastante superior a la habitual para las mujeres castellanas del siglo XIII, pero normal en las mujeres del norte de Europa. Fue identificada como la princesa Kristina de Noruega.
El tablero político
El rey Alfonso X, es bien conocido por el gran público por su intervención en la Reconquista y por su labor literaria y científica, por el impulso que dio a la Escuela de Traductores de Toledo –de ahí el sobrenombre de “Sabio”- y por las composiciones líricas conocidas como Cantigas a Santa María, escritas en galaico-portugués: como justo homenaje una estatua que lo representa, realizada en 1892 por J. Alcoverro, está ubicada en la entrada de la Biblioteca Nacional de Madrid.
Menos conocida para el gran público es su aspiración a convertirse en emperador del Sacro Imperio Romano Germánico.
Emparentar la casa real de Castilla con casas reales de países nórdicos venía siendo frecuente con anterioridad al reinado de Alfonso “El Sabio”:
Alfonso VII de Castilla y León se había casado en segundas nupcias con la princesa Richilda, llamada simplemente Rica en algunas fuentes. Richilda era hija de hija del rey Ladislao de Polonia y de Agnes Babemberg (una nieta del emperador del Sacro Imperio Romano Germánico Enrique IV). Así pues la princesa Richilda, biznieta del emperador Enrique IV, estaba emparentada con la casa de los Staufer de Noruega y con la de los Babemberg de Austria.
Por la importancia que tuvo vale la pena recordar quién fue Enrique IV (Goslar, 1050–Lieja, 1106): rey germánico desde 1056 y emperador del Sacro Imperio Romano Germánico desde 1084, hasta su abdicación en el año 1105. Es conocido sobe todo por su enfrentamiento con el papa Gregorio VII, que finalmente lo excomulgó. Enrique, hábilmente, preparó una jugada política: con ropas harapientas (y según la tradición descalzo, sin comer) durante tres días le rogó el perdón Papal ante el castillo de Canossa. La voluntaria humillación de Enrique resultó efectiva: el Papa tuvo que retirarle la excomunión y relegitimarlo bajo una serie de condiciones, que Enrique pronto volvió a olvidar.
Alfonso VII de Castilla y León con su segundo matrimonio con la princesa Richilda emparentó con el linaje imperial y entró en el ámbito germano- eslavo de casas reales. Así se iniciaron las relaciones políticas de Castilla y León con monarcas alemanes, relaciones que continuaron en el siglo XII y XIII por vía de alianzas matrimoniales.
De la unión que acabamos de indicar provino años después la candidatura de Alfonso X al trono imperial y los cuantiosos gastos que soportó Castilla por la implicación de su rey en las luchas entre el Papado y el Imperio.
Alfonso X era hijo de Fernando III (rey que unificó definitivamente los reinos de Castilla y León, dado que Alfonso VII había dejado como heredero de Castilla a su hijo Sancho y como heredero de León a su hijo Fernando) y de Beatriz Isabel de Suabia.
Beatriz de Suabia era hija del duque Felipe de Suabia y tras la muerte de su padre permaneció bajo la tutela de Federico II, emperador del Sacro Imperio romano germánico, que fue quien dio el visto bueno para su matrimonio con Fernando III de Castilla.
En 1250 murió el emperador Federico II (enfrentado al Papa Inocencio IV, había sido depuesto por el Papa unos años antes) y en 1254 el Papa Inocencio IV. Se creó una especie de vacío de poder y en ese ámbito de mueve el deseo de Alfonso X de Castilla y León -que fue reconocido legítimo heredero de la dinastía de los Staufer por la comuna de Pisa (en 1256 recibió una legación de la república d Pisa)- de llegar a ser proclamado emperador del Sacro Imperio.
En 1258 Alfonso X, casado con Dña Violante, hija del rey D. Jaime I de Aragón, se convirtió en pretendiente oficial al trono imperial: lo apoyaban además de la Comuna de Pisa, el rey Luis IX de Francia, el rey Bela IV de Hungría y su suegro, Jaime I de Aragón. Alfonso X había hecho todo lo posible por alcanzar sus deseos. En este marco se encuadra la alianza matrimonial que en 1256 se había gestado entre las casas reales de Noruega y Castilla.
Era rey de Noruega Hakon Hakonsson IV (1204-1263), considerado hijo ilegítimo de Haakon III y de una campesina llamada Inga de Varteig. Nació en una sociedad plagada de discordias civiles, que databan desde 1130, y murió siendo el gobernante indiscutible de un reino grande y respetado internacionalmente. Su reinado (1217-1263) puso fin a las discordias civiles noruegas; la parte final se caracterizó por la paz interna y por una prosperidad nunca antes vista en Noruega. El rey Haakon, que en sus comienzos había sido rechazado por la Iglesia por ser hijo ilegítimo, en 1247 obtuvo finalmente el reconocimiento del papa Inocencio IV, quien envió al cardenal Guillermo de Módena a Bergen para celebrar la coronación. Fue el comienzo de lo que se conoce como la edad de oro del reino noruego medieval. La fuente más importante de la biografía de este rey es la Hákonar saga Hákonarsonar o Saga de Hakon Hakonsson, escrita en la década de 1260, pocos años después de la muerte del rey, por Sturla Tordsson muy posiblemente por petición de Magnus, hijo y sucesor en el trono de Noruega de Hakon Hakonsson IV.
Dado que el rey Alfonso X de Castilla y León ya estaba casado, como ha quedado dicho, con Dña Violante, hija del rey D. Jaime de Aragón (ya tenían una hija pequeña, Dña Berenguela), en 1256 pidió la mano de de la princesa Kristina, hija del rey Hakon Hakonsson IV, para uno de sus hermanos, los infantes.
Al año siguiente, en 1257, la princesa, con una magnífica dote, emprendió por mar un largo viaje desde Tønsberg, cerca de Oslo, hacia Castilla, haciendo escala en Francia y otros lugares. La Saga de Hakon Hakonsson, mencionada más arriba, dedica varios capítulos al tema del viaje y la boda de la princesa Kristina.
El matrimonio con el infante D. Felipe, hermano de Alfonso X, se celebró el 31 de marzo de 1258 en la Colegiata de Valladolid. Kristina se convirtió en infanta de Castilla y León. Los esposos residieron en Sevilla y allí, 4 años después, en 1262 murió Kristina sin descendencia. Fue enterrada en Colegiata de San Cosme y San Damián de Covarrubias.

Desafortunadamente toda esta urdimbre política no sirvió para nada: Alfonso X, tras casi 20 años de esfuerzos y de desembolsar grandes sumas de dinero para sufragar los gastos y para apoyar política y militarmente a quienes sustentaban su candidatura, no consiguió su sueño imperial: En 1275 el papa Gregorio X desestimó sus derechos y pretensiones y favoreció a Rodolfo de Hasburgo. Kristina, flor noruega trasplantada y agostada muy lejos de su país de origen y de su entorno familiar, fue sólo una víctima del ajedrez de la diplomacia medieval, como tantas jóvenes princesas.
Quienes estén interesados en más datos sobre estos hechos pueden consultar, entre otros, La princesa Kristina de Noruega en la corte del rey Alfonso X de Castilla y León de Ángel Gordo Molina e Historia de Campo Florido, traducción del islandés antiguo, introducción y notas de Mariano González Campo.
Covarrubias y la Fundación Princesa Kristina de Noruega
La ciudad noruega de Tønsberg, lugar donde se inició el viaje de la princesa hacia Castilla, se hermanó con la villa de Covarrubias y en abril de 1978 donó a la población castellana la estilizada estatua de la princesa que está ubicada frente a la portada de la Colegiata. Al acto asistieron diversas personalidades noruegas y la Banda Municipal de Tønsberg.
Los contactos oficiales entre el gobierno noruego y la villa de Covarrubias se han sucedido estos años y como culminación de ellos surgió en 1992 la fundación Princesa Kristina de Noruega, cuyo domicilio definitivo estará en Covarrubias. Actualmente está presidida por D. Javier Hernáez. Su objetivo es fomentar y promover actividades culturales y de cualquier otra naturaleza que contribuyan a mejorar las relaciones entre España y Noruega.
La última actuación en la que ha intervenido la Fundación ha sido la construcción de la ermita dedicada a S. Olav.
Finalmente reseñar que la infanta castellano-leonesa nacida en Noruega, convertida hace tiempo en personaje de leyenda, ha entrado en la Literatura española contemporánea como protagonista de cinco novelas (María Jesús Montiel, Sol entre la bruma, Juan Arroyo Conde, Kristina la flor de Noruega ; Jesús Maeso de la Torre, La cúpula del Mundo, segundo premio Caja de Granada de novela histórica; Cristina Sánchez-Andrade, Los escarpines de Kristina de Noruega y La flor del Norte debida a Espido Freire) y una reciente obra teatral debida al dramaturgo murciano Manuel Muñoz Hidalgo, Kristina de Noruega. La flor partida.
M. Dolores Gallardo López (Universidad Complutense)
Imágenes:
1. Inauguración de la ermita de S. Olav (Campanario). Foto Juan Jiménez
2. Estatua de Alfonso X el Sabio (J. Alcoverro, 1892) en la Biblioteca Nacional
3. Sepulcro de la infanta Kristina en la Colegiata de S. Cosme y S. Damián, en Covarrubias (Burgos)