Francia, la elegancia

4 mayo 2012
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A pesar del bajón de sus políticos, de la pérdida de influencia de la lengua francesa, de la precariedad actual del pensamiento, Francia está determinada por su sentido y ejercicio de la cultura. Y ese poso cultural, profundo, superior al de los países limítrofes, le lleva a ejercer la elegancia del reconocimiento, en muchas facetas de la vida, y en este caso concreto, distinguiendo a personalidades que difunden e interrelacionan su caudal creativo y generoso.

En Dicho y Hecho, 1957, escribe Azorín, pág. 200: “el avance de la humanidad se debe a lo concreto”. Pues vayamos a lo concreto. El lunes 23 de abril, aniversario del fallecimiento de Cervantes, en la Embajada de Francia, su embajador en España, Monsieur Bruno Delaye, tras hacer la laudatio de José Jiménez, le imponía la insignia que le acredita como Caballero de la Orden de las Artes y las Letras.
Es más lo que no se sabe que lo que se conoce de José Jiménez. Catedrático de Estética, crítico de arte, teórico, escritor, filósofo, comisarios de exposiciones, ha dirigido el Cervantes “ de París y fue Director General de Bellas Artes en el Gobierno de España.
Talla media, un halo de serenidad nimba una figura noble, que no tiene prisa porque sabe que va a llegar. Tenaz, intenso, exhaustivo, riguroso, sutil, no escribe, ni habla a tontas y a  locas, sino muy medido. Sus textos- uno puede disentir de sus opiniones- siempre están orientados por el rigor y el vigor de quien toma el pulso al arte y no se equivoca en la enumeración de sus latidos.
Cómo le he leído de antiguo, su labor que más me impacta es la relacionada con el libro: editor, autor, gestor, director de colecciones, catálogos, actas…Ha logrado conformar una feraz bibliografía, encaminada a imbricar filosofía y poesía. Es autor de libros como: El ángel caído, con redición en Galaxia Gutenberg, 2007; La vida como azar, Cuerpo y tiempo.La imagen de la metamorfosis, pero, sobre todo de  Memoria.
Memoria, Tecnos, Madrid 1996, fue presentada en el CBA, el lunes 27 de mayo de 1996, por José Ángel Valente y Eugenio Trías., guardo la tarjetilla de invitación con algunas anotaciones, como lo que dijo Valente:”la memoria es el basto territorio de lo que aún no recordamos”.
Memoria es un ejercicio arriesgado construido sobre una estructura musical. Aquí, a-parecen los perfiles de poeta del autor, que alterna con los del filósofo, escribiendo de si, no de los otros. El pensamiento se va destilando en una suerte de aforismos, en cantos exornados de sutilezas. Cuando habla de la inocencia dice: “El vuelo más sutil de la memoria es el despojamiento”. Las citas de poetas y la vida sentiente van tejiendo un tafetán de oro, que transparenta la claridad, la inteligencia, la emoción y la magia de la palabra.
Los salones de la embajada, sus jardines, estaban repletos de ilustrados, festejando el reconocimiento a un ilustrado. España ha tenido de sólito afrancesados de fuste, los sigue teniendo. Fue un momento memorable, no sólo para José Jiménez, Isabel y sus hijas, sino para la tradición de Francia, que se agranda con estos gestos y estos fastos.
Como en su tiempo escribió Jean de la Fontaine: “yo estaba allí y lo vi”. Y actos así enriquecen, reconfortan, ayudan a caminar con la cabeza alta.
 

Tomás Paredes

 

 

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