Entrevistamos a Tomás Paredes Romero. Licenciado en Derecho, Historia Antigua e Historia del Arte. Profesor, periodista y crítico de arte. Presidente de la Asociación Madrileña de Críticos de Arte.
Nombrado en 2006 académico correspondiente de la Real Academia de Bellas Artes de Nuestra Señora de las Angustias de Granada y subdirector del periódico “El Punto de las Artes” hasta 2008, Tomás Paredes ha publicado más de 10.000 artículos en diferentes periódicos y revistas especializadas en arte, y viene siendo colaborador asiduo del diario “La Vanguardia” de Barcelona sobre mercado del arte. Ha pronunciado más de doscientas conferencias, tanto en España, como en Francia, Suiza y Portugal y es secretario del Premio BMW de Pintura. Desde 2004 es Presidente de la Asociación Madrileña de Críticos de Arte (AMCA).
P: La Asociación Madrileña de Críticos de Arte, que presides, vela por la investigación artística, defensa y promoción del arte español. Loable pero ambicioso objetivo.
R: Si. Y tratamos de cumplirlo en la medida de nuestras posibilidades. La Asociación es un conjunto de profesionales vertebrados por un mismo objetivo. La vida es plural y por tanto, desde una actitud liberal, una asociación como AMCA debe ser plural. Queda desfasada la referencia al “arte español”, porque nos ocupamos de todo lo que sucede en el mundo del arte, en nuestro ámbito, sea español o chino.
P: ¿Sobre qué pilares se asienta la actuación de una Asociación de Críticos de Arte?
R: Respeto. Tolerancia. Dignidad. Formación. Libertad. En la AMCA coinciden personalidades dispares, heterogéneas, y se les representa, sin decir qué deben hacer. El objeto es investigar, difundir y defender el arte, y cada uno lo hace desde su óptica y saber.
P: ¿Cómo se hace un crítico de arte?
R: Entregándose con pasión al objeto de su interés. El título, como al poeta, lo dan los implicados y la pertenencia a asociación profesional. Para María Lluisa Borrás, se hace estudiando; para Corredor-Matheos, viendo, visitando exposiciones y museos. Para mí, imbricando ambos métodos. Hoy los profesores de estética han irrumpido en la crítica de arte, trufándola de filosofía, pero eso no la hace mejor que aquella que hacían Moreno Galván, Venancio Sánchez Marín, Faraldo o Castro Arines. Prefiero a los críticos poetas, pero no desdeño ninguno, aunque los vendedores de humo no me interesan.
La crítica sirve para iluminar
P: ¿Para qué sirve la crítica de arte?
R: Todos somos críticos: unos escriben, otros comisarían o musean, algunos compran. La crítica es elección, visión particular que debe introducir al espectador en el cosmos del artista, en una pieza. El crítico sitúa en el espacio y en el tiempo la creación que examina y reflexiona en torno a los elementos objetivos y subjetivos que la integran. No vale decir esto me interesa o no, hay que explicar por qué. La crítica sirve para iluminar.
P: ¿No es arriesgado influir sobre la percepción del espectador?
R: No, cuando todo es diáfano. El que más influye hoy es el precio y nadie dice nada. Lo caro, para la mayoría, es bueno. ¿No es eso una influencia espuria e interesada? El crítico, en su análisis, proporciona unas claves y deja constancia de una forma de entender; al espectador le queda la posibilidad de asentir o disentir de esa interpretación. El espectador no debe mitificar al crítico, ni al artista, sino sentir, enriquecerse, vivir con más holgura montado en las alas del arte o de una crítica.
A través de los ojos y el espíritu de Francesc Miralles, he sentido el esplendor de Mir. Yo leo las críticas de mis colegas, con asiduidad, a veces las veo clónicas, no me dicen nada; otras, disfruto con lo que escriben Jesús Cobo, Gianna Prodan, Antón Castro, J.M. Bonet, Julia Sáez-Angulo, Rubén Suárez, José Jiménez, Carlos Murciano, Cadena, personas con bagaje cultural y con criterio, que puede diferir del tuyo, pero que te meten en el debate.
El mercado ha desplazado al crítico de arte
P: ¿Cómo puede recuperar la figura del crítico de arte su valor y su sentido?
R: Con criterio. Con sobriedad. Viendo exposiciones, leyendo, estudiando, ahondando en el misterio y la emoción. Azorín decía que hay muchas versiones del arte, pero que algo considerado arte nunca puede carecer de emoción y misterio. El mercado ha desplazado al crítico de arte, es un hecho. El crítico ha de insistir en la integridad, hondura de juicio, la pasión, como quería Baudelaire. La dictadura del mercado está apoyada por la especulación, el oportunismo y la arrogancia ignara. ¡Hay que dejar de ser palmeros de los galeristas, de los museógrafos, de los ventajistas, por un texto o un plato de lentejas!
P: ¿Hay que adaptarse a los nuevos tiempos o permanecer anclados?
R: Si todo cambia, si nosotros cada día somos un poco diferentes, ¿cómo no cambiar? Hay que adaptarse a nuestro momento. Tratar de esclarecer, participar, sin quedarnos fuera, sin mirar como pasa la procesión. Azaña quería estar en la romería, no que se la contaran. Los cambios se suceden tan aprisa que nuestro apego a la costumbre dificulta reaccionar. Hay que estar en la realidad, moverse, ver, sintetizar, espabilar, aspirar a la poesía, vivir.
P: ¿Qué te sedujo del arte, que te hizo dejar otras actividades?
R: Su misterio. Su capacidad mágica, su polisemia. Siempre he sido estudioso. Estudié Derecho, Historia Antigua, del Arte, fui profesor, periodista, crítico, siempre he estado alrededor del arte, del libro, de la poesía. Soy un afortunado, rico en lecturas, en vivencias. Un liberal que quiere vivir y dejar vivir. Quería ver el corazón del arte, cómo latía; quería sentarme en el centro de la utopía, aunque fuere una hoguera. Esto me ha hecho conocer a grandes artistas, personas admirables, como Clavé, Vilató, Rivera, Guansé, Granell o Victoria,…y a los grandes poetas de nuestro tiempo. Fui subdirector de “El Punto de las Artes” hasta que duró, codo a codo con Pérez-Guerra, quien no ha sido valorado como merece.
P: ¿Debe el crítico imponer sus impresiones, ajeno a la reacción del artista?
R: El crítico no es un juez, no aplica leyes, ni castigos. El crítico es un gustador, formado, que busca la realidad de un sueño y explicarlo. El crítico no tiene como objetivo, menospreciar, herir o fustigar al artista. El crítico analiza una obra y transmite lo que le sugiere. Para eso debe contar con los medios que cuentan los demás: la obra. Tratar al artista, si es posible, sin confundir amistad con el rigor crítico, de lo que es paradigma Álvaro Delgado, por citar un nombre.
El arte no significa nada, pero tiene sentido.
P: ¿Hay que desvelar el misterio del significado del arte?
R: ¡Qué más quisiéramos! El arte no significa nada, pero tiene sentido. Sentido que nos hace vivir de otra manera. Hechizo. El arte debiera hacer mejor al hombre, no lo consigue. Pero, es indudable que no es lo mismo vivir entre la música de Satie, la poesía de Fray Luís, la pintura de Arjona o el cine de Angelopoulos, que en su ignorancia. El misterio nos deja aproximarnos, nunca descubrirlo, en el intento nos es dado andar un camino maravilloso. Lo dice Kavafis, importa el viaje, no llegar a Ítaca. Braque repetía que lo que más le interesaba era aquello que no se podía descifrar.
P: ¿Es el arte inaccesible?
R: En absoluto. El arte es un entramado de sueños y materias que fascina al espíritu del hombre, aunque cada uno lo ve desde su nivel. Ocurre en la vida. Cada generación ve la realidad de una forma distinta sin dejar de ser la misma. Los ancianos se sienten desplazados; los mayores, agredidos; los jóvenes, en su salsa; los niños, expectantes. El arte ayuda a vivir de otra forma, ensancha la vida, genera pensamiento, nos hace tener otras referencias, nos aleja de lo prosaico, nos enseña otras esquinas de lo real. El crítico trata de imponer su concepción, admitiendo que hay otras y que pueden ser igual de válidas. El crítico no es el protagonista de esta fiesta, ni el artista, el protagonista es el arte.
P: ¿Es el arte para todos?
R: Para todos, aunque no a todos llegue, por distintas razones. No hay un solo artista, que trabajara sólo para un grupo o sistema. El arte es para todos, ahí está la labor del crítico, que es puente entre el espectador y el artista, entre el artista y su obra, sin decir jamás lo que debe hacer el autor. El comisariado es una labor crítica, excepto cuando el comisario quiere ponerse en lugar del artista, entonces se convierte en un furtivo ¡Dejemos a los jóvenes que se amen y a los artistas que desarrollen sus mundos! Después, enjuiciemos sus acciones, distinguiendo el amor y el arte del sexo y la ocurrencia bien publicitada.
P: ¿Qué aconsejaría a tantos que zozobran, a los jóvenes un tanto perdidos?
R: Consejo, ni uno. El que hace lo que le corresponde no se equivoca. Cada uno debe hacer lo que sabe, y eso tiene una repercusión emocional e intelectual. La que sea. Muchas veces no falla el trabajo, sino las pretensiones, las ambiciones desmedidas, arbitrarias. Hay jóvenes sin orientación; deben buscar su norte. Otros, saben lo que quieren. Algunos muy jóvenes ya están anunciando su importancia: Díaz Alamá, Albano, Alejandro Marco, Rafa Macarrón, Javier Palacios, Gregorio Peño, Jorge Gallego, Zamora.
P: Has reiterado tu actitud liberal. ¿Podrías aquilatar algo esa noción?
R: La palabra liberal se ha puesto de moda, cuando menos liberales hay y cuando se liga a postulados económicos y partidarios con subfijos, quiero decir: desvirtuando el término con añadidos. El liberal antepone la justicia a todo, está dispuesto a admitir otras razones y posturas, que pueden tener tanto valor como las suyas, y a defender que nunca el fin justifica los medios. Vivimos tiempos convulsos, de iluminados salvadores, cuando necesitamos consensos, respeto a las minorías sin privilegiarlas. Armonización. Claridad. El liberal es antidogmático, no puede ser sectario, ni gregario. Su sentido de la justicia es ontológico, no de la justicia recibida, por eso aboga por la justicia poética. Para el liberal, porque todo es posible, no todo está permitido.
P: ¿Es real el descrédito del arte contemporáneo?
R: Cuando el río suena…Es un viejo asunto, que cíclicamente se pone en boga. El 17 de septiembre pasado, El Cultural, convocó a profesionales para que opinasen sobre ello. Arthur C. Danto culpa a los “críticos lumpen”. Adrian Searle cree que se produce mucho y hay que separar lo bueno y “descartar un montón”. Para María Corral se trata de comentarios aislados, y Marta Gili encuentra algunas razones para ello. No generalicemos mas ¿por qué llamar arte a toda ocurrencia que se muestra en un lugar destinado a exhibir arte? Cuando se vitupera la belleza, la elegancia, y se menosprecia la inteligencia, la síntesis, la emoción, aparece la tosquedad, la basura que alimenta el lado oscuro del hombre, que bien publicitada da buenos resultados. Al hombre le ahorma la sensibilidad, la ternura, la inocencia, la poesía. ¡No tiremos por la borda lo que mejor nos representa, para dar pábulo a la provocación y la zafiedad! Un buen director de orquesta debe proponer nuevos valores, arriesgar, pero si la gente quiere oír a Mozart, ¿por qué negárselo?
P: ¿Cómo ves los concursos, los CAC, la difusión del arte? ¿Hay futuro?
R: No soy adivino, pero el futuro existe y se forma desde el presente. Si trabajamos bien, todo eso irá construyendo algo solvente, efectivo. Los concursos son una ventura para los artistas. Que exista algo como el Concurso de Pintura y Escultura Figurativa es un milagro que realiza José Manuel Infiesta.
Los Centros de Arte Moderno se han multiplicado tanto y tan rápido, que todos se parecen y carecen de particularidad. Han de buscar su entidad, si no quieren de-saparecer. A los directores de estos museos habría que implicarlos en el gasto, es decir, que propusieran un proyecto del que se les subvencionara parte y la otra tuvieran que buscarla, para que no pierdan la perspectiva del costo, de la eficacia. En cuanto a las revistas, por mucho tiempo seguirán. Lo digital está relacionado a unas generaciones demasiado jóvenes, pero la mayoría no está habituada y sigue encontrándose en el papel. Su futuro está condicionado por su calidad.
L. Noriega
Entrevista publicada en LLEI D’ART, la Revista de Arte Independiente, nº 5, Pau Casals, 10. 25110 Alpicat Lleida – España, 034 973 738 056, www.lleidart.com