EL ÚLTIMO MISIL DE GREGORIO VIGIL-ESCALERA
Aquí, en este libro divertido y chispeante, casi nada es lo que parece. Empecemos por el rubro, dijérase una pregunta, pero, no, es una explicación, una invitación a un recorrido por el arte coetáneo y así que cada cual se ubique. Vigil-Escalera, miembro de AMCA y AECA/Spain, publica su vigésimo primer aldabonazo, Olán editions 2022, y no crean que liviano, sino denso, derrochando gracia y simpatía y sorna e ironía lo largo de 300 pp.
Decir que un libro es simpático, pareciera poca cosa, o salirse por la tangente. Nada más lejos de mi sentir. Simpático no es gracioso, chistoso; es atractivo, seductor, sugerente, cordial, agradable, abierto, empático, sin complejos. Un libro simpático e irónico, a veces corrosivo y picante, que te deja cavilando sobre su intención. Te hace levantar sonrisas, pero no una carcajada, porque es posible que acabes riéndote de tu propia estulticia.
La ironía es una figura retórica mediante la cual se da a entender lo contrario de lo que se afirma. Es de una difícil ejecución y el lector ha de estar muy atento para no tomar gato por liebre. La palabra ironía deriva del griego eironeia, disimulo o ignorancia fingida. De ahí que a veces no sea fácil distinguir. La ironía se diferencia del sarcasmo en que este busca ridiculizar, humillar o insultar. Vigil-Escalera, con elegancia, no deja de mofarse de unas propuestas, al no encontrar nada que las relacione con el arte, por mucho que algunos interesados, listillos, catabolsas, confundan la cartera con el cartero, el dinero con el mensaje.
En 1899, ¡y ya ha llovido!, el poeta francés Marcel Bernhardt, más conocido por su pseudónimo anagramático, Alcanter de Brahm, publicó un libro, Ostensoir des ironies, en el que justifica su invento de un signo para señalar la ironía en un texto y evitar confusiones. Ese signo se simbolizó en algo cercano a ? y se llegó a utilizar con fluidez, pero poco a poco cayó en el olvido y ahí sigue, mientras la ironía se ha expandido y a veces nos lleva a interpretaciones erróneas.
Se trata de un libro ameno, en capítulos cortos, muy metido en la actualidad y con muchas citas de críticos, artistas y polígrafos. Y eso quiere decir que Vigil-Escalera lee mucho y cita bien. Un crítico se forma de distintos modos, pero el más eficaz es: viendo arte, educando el ojo, y leyendo a los estudiosos y observadores. Goyo Vigil nos va conduciendo por galerías, museos, antros y oasis y nos va comentando lo que ve y adjunta comentarios de otros, proporcionando elementos para crear una opinión.
Nos recuerda el pensamiento de los clásicos cabe el de colegas nuestros con los que nos vemos a menudo. Indica que lee libros, pero también periódicos y revistas, es decir que está al plato y a la tajadas. Me ha satisfecho infinito que se actualice la figura de Mário Dionisio, pintor, profesor, crítico, tratadista y poeta portugués, uno de los faros del neorrealismo portugués, que no es lo mismo que el italiano.
Mário Dionisio (1916-1993), con su monumental APaleta e o Mundo, intentó acercar el arte al espectador, como crítico; como pintor hizo una obra muy interesante, que firmaba Leandro Gil o Jose Alfonso Chaves. Tengo en alta estima su poesía. No le conocí personalmente, pero si a Rogério Ribeiro quien me habló mucho de su vida y de su vasta obra. Que Vigil nos lo devuelva al presente y valore sus opinión y hallazgos es una buena señal para este volumen y para su salud crítica.
De qué va el arte contemporáneo. De tantos aconteceres y circunstancias que el autor ve imposible definir el arte, porque viendo lo que vemos es muy difícil llegar a conclusiones positivas. Y ahí entra a saco con la ironía y lo vapulea todo y hay que hilar muy fino para no confundir las churras con las merinas. Vigil sabe que el misterio y la emoción se abrazan para indicarnos el sentido de la sensación, que despierta nuestros sentidos. Nos llama la atención para que estemos despiertos y no demos nada por sabido. Las ideas recibidas nos trasladan experiencias ajenas, no siempre contrastadas.
Cada hombre es un abismo y cada artista un orbe. Cuando los subjetivo se objetiva alcanza un estatus de comprensión que orienta la difusión de la creatividad. Hay un arte oficial, pero de ahí parte la confusión, porque ninguna creación espiritual puede ser oficial, sino genuina, personal. El hombre hace el arte para el hombre y sin obra no hay arte por muchas teorías que se le echen al concepto.
Al volumen acompañan una introducción de Ángel Alonso, muy gráfica y transparente, y un prólogo de Liannys Peña Rodríguez, algo barroca y mixtificadora. Ambas abren ventanas diferentes al texto. Gregorio Vigil-Escalera, Oviedo 1950, coleccionista y escritor, crítico de arte y conferenciante, zahorí y azacán del arte sabe cómo interesarnos en la tarea de descubrir el arcano del arte de nuestro tiempo o la falsedad que ofrecen peristas, azoreros y chatarreros.
El capítulo final termina así, p. 294: “Si el arte es un proceso dialéctico me he perdido en el trance de la resolución de las contradicciones y de las ambigüedades. Por lo tanto, me voy, entonces, con la perra que me está anunciando su último y definitivo sermón”. Pareciera que tira la toalla, pero no, está dándose ánimos para el próximo ensayo que conformará un nuevo volumen de su autoría.
Tomás Paredes
Presidente de H. de AICA/Spain