De poemas visuales e identidades femeninas

12 diciembre 2013

La exposición de Alejandro Aguilar Soria en el Centro Conect@ de Alcobendas

 

¿Qué palabras servirían para componer un poema visual, si éste no estuviese compuesto por imágenes? ¿Con qué términos se expresarían las imágenes si éstas no fuesen lo bastante gráficas como para hacernos llegar su carga conceptual? ¿Y qué conceptos habría que explicar con palabras que no nos hubieran llegado ya visualmente, y nos hubieran despertado la imaginación y el intelecto?

Dice el refrán que “una imagen vale más que mil palabras”, refrán que sin duda no siempre se comparte en el ámbito del arte contemporáneo. A menudo, la obra de arte necesita de un contexto teórico que nos permita entender lo que el artista nos transmite a través de ella, que nos ayude a leer en el inconsciente del artista para interpretarla. Complejas “notas de prensa” (que no son tales) pueblan los mostradores de muchas galerías y nos invitan a hacer un ejercicio de dialéctica no apta para todos los paladares. A veces, el statement del artista es tan profundo, tan filosófico, que uno se plantea si ha elegido bien el medio en el que ofrecer su visión del mundo, de la vida o de sí mismo.

En ocasiones, la obra de arte es en sí misma la traducción de aquello que el artista desea o necesita transmitir de sí mismo, es un espejo en el que él o ella se miran y, a la vez, la pantalla sobre la que proyectan su interior al público

Cuando hace unos días me acerqué al Centro Conect@ de Alcobendas a ver la exposición “Damas Nobles” de Alejandro Aguilar Soria, que se podrá visitar hasta el 17 de Diciembre, sabía que me iba a sorprender, conociendo la obra de Alejandro como la conozco, pero no esperaba que me fuera a invitar a reflexionar sobre algo tan complejo como lo que viene rondándome la cabeza desde entonces. Alejandro los llama “poemas visuales”, término que casa bien con su carácter, con los derroteros que ha tomado su producción en los últimos años, más introspectiva quizá, más reflexiva, más poética si cabe. Complejas intervenciones sobre retratos clásicos de mujeres, reinas, princesas, utilizando los materiales y técnicas más variados, desde complicados elementos digitales, falsos hologramas, componentes electrónicos, hasta sencillos collages, fotos antiguas, detalles de pasamanería. El objetivo, parece, es transformar la identidad de la retratada en una nueva, crearle una nueva personalidad usando la imaginación y un personal e irónico sistema de códigos que sólo el propio artista o la imaginación del espectador pueden descifrar. De hecho, Alejandro nos invita a usar la imaginación para leer entre líneas, para reidentificar cada personaje con el nuevo cuerpo en el que el artista la ha vestido. Me da la impresión de que la imagen que el artista tiene de la mujer, de su identidad, de sus particularidades, no son lo más importante en esta exposición. Alejandro no nos muestra su propio catálogo de identidades femeninas como el resultado de sus particulares intervenciones. Sospecho que el objetivo es otro, despertar nuestra imaginación, excitar el intelecto de cada espectador para que la interpretación de cada poema visual sea único, propio e irrepetible. Y en ocasiones puede que inexplicable.

 

¿Y no es esa una forma mucho más sugerente de producir una obra de arte, hacerla interactuar con quien la observa hasta que se convierta en algo distinto para cada uno? A veces sobran las palabras, o basta con muy pocas. Solo hay que mirar y sentir.

 

MARTA PÉREZ IBÁÑEZ

Asociación Española de Críticos de Arte

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