Tomás Paredes – Patrono de la Fundación Venancio Blanco, miembro de AICA
¡Impresionante! El Cristo que vuelve a la vida permanecerá en este tiempo de Semana Santa en la capilla del Cristo de las Batallas de la Catedral Nueva de Salamanca, por un acuerdo alcanzado entre la Iglesia y la Fundación Venancio Blanco.

¡Impresionante! Aquí están todos los elementos del concepto escultórico: la materia y el espacio, la materia humanizada orientando el espacio, el espíritu del hombre transmitido a la madera, la sensación impactante que provoca la alteración de nuestros sentidos, el movimiento que hace posible el vacío, la emoción y la magia del arte, la transmisión de espiritualidad.
Venancio Blanco (Matilla de los Caños del Río 1923-Madrid 2018) no es un imaginero. Venancio es un escultor de amplio espectro y era un hombre religioso. Eso le llevó a expresarse en temáticas distintas- el campo, el toro, la música, el flamenco, el baile, el hecho religioso y la visión ideal ecuménica- ¡Cómo no iba estar integrado en la naturaleza naciendo en un entorno de dehesa salmanticense donde lo primordial es el campo y el toro?

Su escultura taurina es más bien taúrica, proporcionando un cauce expresivo de la fuerza y la belleza del toro, ese animal imponente, mítico, transversal en la historia del Occidente, que ocupa espacios naturales, que se transformarán o perderán sin su presencia. La escultura de Venancio es aérea, musical, anímica, de cante grande, de fuegos alimentados por la nieve, quijotesca. Descubrió el vacío y aprendió que sin vació no hay movimiento, que sin vacío la materia no existiría, que sin movimiento no hay nada.

Y además era un hombre religioso, espiritual, que supo imprimir a la madera, al bronce, a la escayola, a la chapa, a la cera, ese enjambre de átomos, que decía Lucrecio, que era el alma. Es un dibujante que danza con las formas y reta al aire a ahormarlas. Hemos llegado a un punto en el que nadie sabe lo que es escultura, porque todo es escultura, hasta un video o una lata de grasa. Pero, cuando contemplamos este Cristo, asohora, entendemos cuál es la esencia de la escultura, su dimensión y el efecto que produce en quien la contempla.
Cristo que vuelve a la vida I, es una talla en madera, 70x222x91 cm, que Venancio dio por terminada en 1991, pero cuyo trabajo duró muchos años y “a ratos”. Es una entidad que habla de la jerarquía de la soledad. Cuando Venancio esculpía esta madera, quería darle vida y lo hacia hablando de su soledad y cuando alguien habla de su soledad, no miente, es algo que conoce mejor que nadie y con más hondura. Las costuras de la soledad propia sólo las sutura la propia soledad. No se puede gritar vida con limpidez si no es desde la desnudez total de la soledad.

¡Parece mentira la cantidad de grandeza que podía crear aquel hombre pequeño! Y no se trata sólo de fe. Aunque el cristianismo está en nuestra historia y la Historia jamás se puede improvisar, por mucho que los aventureros inventen. Estamos ante un hecho estético que impresiona, que apabulla, que interroga; ante una obra de unos de los escultores, que supo mirar la vida y al hambre desde el ilimitado horizonte del humanismo ¡Era un crisóstomo, un pico de oro, y cuando ya no puede hablar, porque se ausentó, ahora hace tres años, sus obras siguen hablando por él, con el mismo tono tibar, con semejante elegancia y solercia, con aticismo aromado de sobriedad castellana!