Carmen Bermúdez canta

11 febrero 2012
presentacion-libro-Carmen-Bermudez

Era la hora del entrelubricán. Bullía el gentío en Bilbao, a pesar del frío. El Comercial, repleto, bullicioso, entre adolescente y vetusto. Una angosta escalera conduce a la falsa, donde el silencio impone. Se observan las pasiones calladas y la palabra. En un rincón, los jugadores de ajedrez arqueando las cejas antes de trazar la estrategia de sus movimientos. Contiguos, los internautas. A la derecha, la sala donde cada viernes, por un ratito, se convoca el oasis refrescante que tiene la imagen de la  poesía.

Viernes 10, 19’30 horas, se presenta el libro de Carmen Bermúdez: “Filosofhâri”, Ediciones Vitrubio, Madrid 2012. Pablo Méndez explica la génesis de le edición, María José introduce la lectura de poemas por la autora. Y ahí es cuando se produce la magia, cuando esa mujer menuda, sosegada, soñadora, señora, casi como disculpándose, comienza a decirnos lo que le deleita, lo que teme, lo que falta, lo que sueña, lo que hace vivir en este viaje maravilloso de la vida.
(“Filospfhâri” huele a naturaleza, a campo; en sus poemas se desata un ritmo que nos impregna de música; sueños, ensoñaciones, imaginación y fantasía cabe una lisura campechana del decir. Sin dejar de ser profundo es sencillo, sin renunciar a la dureza es se-da; sin levantar la voz, canta con los pájaros que vuelven. Y nostalgia, hay melancolía, soledad, dolor, y un son de despedida. “Fue ciego el corazón creyendo/ que siempre vol -verían las primaveras”)
Carmen leyó sus poemas preferidos:“Pájaros”, “Extrarradios”, “La ruptura”,“El reto a la esperanza”…No leyó “La imaginación”, “El nuevo orden”, “El tesoro”, “¿Por qué no puede un deseo remover el mundo?”: “Ruge la noche en el ánfora del tiempo/….un azar exigente, cruel, trazó el camino,/ la vida se llenó de errores rompiendo la armonía”.
El acento aurgitano de Carmen, aromado de espliegos; su coranvobis, su decir pausado, confidente, cercano, hacía de cada poema una oración laica, donde reverbera la ambrosía de la cotidianeidad. Parecía un alma en retirada, que nos advertía de los peligros de la belleza y de su ausencia. Pero, el alma no dimite nunca, ni la  venustez traiciona.
Carmen Bermúdez, pintora y poeta, crítico de arte, miembro de nuestra Asociación, prolonga esa constante en la tradición de los críticos poetas, como lo fueron Camón, Vicente Aguilera Cerni, Enrique Azcoaga, Manolo Conde, Luis López Anglada, Mario An -tolín, Javier Rubio, aún inédito, todos ellos fallecidos; o los actuales Carlos Murciano, príncipe del soneto; Gianna Prodan, Antonio Leyva, Julia Sáez-Angulo, Jesús Cobo, Miranda D’Amico, Concha Pelayo, Carmen Pallarés… Cada uno con su mundo y con su canto, enfurtiendo la palabra a modo, situándose más cerca o más lejos del milagro.
Jacobo Fijman (“Demencia:/ el camino más alto y más desierto”), el poeta lacerado, que se ganaba la vida con un violín que le  robaron unos mendigos, repetía: “El arte tiene que volver a ser un acto de sinceridad”. Se ve en muy escasas ocasiones lo que quería Fijman. Por eso, cuando se percibe, como en estos poemas de Carmen Bermúdez, hay que reiterarlo y pedir que su libro sea leído, como se lee una esperanza o un prodigio, que hemos esperado tanto, que cuando está ante nuestros ojos  no acabamos de acreditarlo.
Autora de “Pero aún”, “Imagen interior” o “El viaje”, pieria, proficua, nunca estuvo tan en sazón, como en esta entrega de frutas maduras y humildes y olorosas, de exquisito perfume, que guardaba “en el hueco iluminado de mi (su) pecho”.

Tomás Paredes

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