Carlos Pascual, Presencias reales

18 enero 2012
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Nada más entrar en la galería que muestra las obras de Carlos Pascual escucho a mi mirada que me dice: quiero quedarme aquí. Son pocas, son muy pocas, las ocasiones en que tal cosa me ocurre últimamente y cuando sucede  siempre la obedezco, porque sé que ella ha percibido inmediatamente la expresión de polaridades artísticas esenciales: la fuerza y la sutileza, la experiencia y la inocencia, el artificio y la naturalidad, la elocuencia y el silencio, el espíritu y la materia, la realidad y la imaginación.

Las polaridades no son la combinación forzada de operaciones  contradictorias ni la lucha de términos opuestos, sino el matrimonio feliz de los contrastes. ¿Quién no quiere quedarse contemplando la verdad de esa magia cuando un pintor la lleva a cabo limpia, sensible y respetuosamente? Las Presencias reales, de Carlos Pascual, abren la puerta  a la mirada para que participe de sus procesos, de sus hechuras de óleo, de las bellas caricias de su pintura mientras nos adentramos en la cualidad biográfica de las decisiones que toma el pintor en su taller.

Las obras de esta colección de Carlos Pascual (Madrid, 1950) no son el reflejo de dudosas entelequias, sino obras veraces y completas en su materialidad, en su espiritualidad, en sus aspiraciones, en sus logros, en sus admiraciones artísticas (De Staël, Morandi, Scully) y en su clara impronta personal; son las obras de un pintor que ama y se deja amar por la pintura con una emocionante lealtad. Pascual conoce extraordinariamente bien la profundidad y la extensión de la cocina artística, y en esta exposición nos ofrece un menú exquisito, lleno de coherencia, de libertad bien fundamentada y de operaciones plásticas auténticas.

Carlos Pascual ha dejado que el óleo muestre su vida; ha permitido que su mano corra las aventuras que quería correr sobre las superficies del papel, la madera y el lienzo; ha otorgado emplazamiento a los restos prudentes, oscurecidos, tristes… que se habían quedado sin función en su estudio, a su alrededor, en su taller; ha mirado con otros ojos aquel taco, ese cartón, aquel listón envejecido, esos recortes de los materiales que había desechado vete a saber cuándo ni porqué. Con ellos, con el óleo, la resina, la vida y el saber, la inteligencia abierta y el corazón dispuesto a la belleza, este artista ha creado una exposición ejemplar, entre cuyas obras quiere quedarse la mirada. Y así el atractivo espacio de Astarté se ha convertido en un salón de arte en el cual la pintura ama su generosa realidad.

Carmen Pallarés

Galería Astarté. Madrid.
C/ Montesquinza, 4
Hasta el 10 de Febrero.

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