No solemos asociar a Azorín, uno de los maestros de la generación del 98 con el arte o más bien con la crítica de arte. El autor de La voluntad, Los Pueblos, Castilla y tantos otros títulos publicados por la hoy desaparecida (¿o no? ) Biblioteca Nueva , tiene un volumen de notas y reseñas relacionadas con la actualidad artística de su tiempo, integrado en la misma colección de la famosa editorial. Se llama PINTAR COMO QUERER Ensayos, Madrid 1954.
Muy raro de encontrar hoy. No recuerdo haberlo visto citado en ninguna parte lo que es injusto pues es un librito lleno de juicios acertados y de referencias muy interesantes entre los años 1906 y el año de su publicación. Azorín firma el prólogo que termina así: ¿Qué es lo verdaderamente revolucionario en arte? ¿Dónde está la innovación fecunda? Paul Bril –en el siglo XVI-hace una cosa muy sencilla y que nadie había hecho antes: baja la línea del horizonte. Con ello crea el paisaje, crea la pintura moderna. El motivo de estas líneas es rescatar un texto que escrito en Madrid el 31 de enero de 1903 en El Globo podría aplicarse a la actualidad salvando las distancias. Se titula En el Museo. Perdón por la extensión de la cita:
¿Cómo se llamaba aquel señor que sucedió a Luis Álvarez en la dirección del Museo? Nadie lo sabe; pongamos cualquier nombre. Luis Álvarez trastocó, cambió, trasegó los cuadros de un lado a otro; deshizo lo que su antecesor hizo; volvió a desordenar lo que el anterior director había desordenado. Y luego, cuando a su muerte, la dirección quedó vacante, un señor anónimo e incógnito, se pone al frente de la gran Casa. Todavía el Museo no estaba bastante desordenado; aún podían los cuadros ser golpeados y descascarillados…Y el nuevo trasiego comienza; Ribera desaparece del salón central; Goya es desalojado del piso bajo y pasó a ocupar el sitio de Ribera; se ausentan las vírgenes y varones seráficos de Murillo; los graves caballeros del Greco, ceden su sitio a la figura linda del rey Francisco y a la opulencia de Isabel II; marchan hacia su sala especial los reyes y los bufones de Velázquez…(…) Así pasan dos o tres semanas; acaso dos o tres meses. Luego, todo queda compuesto y arreglado. ¿Definitivamente? Es posible. Definitivamente, al menos, en tanto que un nuevo director no sea nombrado. Y por desgracia, el ministro no tarda en firmar el nuevo nombramiento. Entonces, un señor a quien llama la crítica pintor insigne, y que nosotros tenemos por agradable medianía, llega de Roma y hace su entrada triunfal en el Museo.
No. Rectifico; la situación ha cambiado bastante y hay que reconocer que hoy el Museo del Prado pasa por uno de los mejores momentos de su ilustre historia. Una historia en la que los “artistas insignes” de Azorín competían con los doctos historiadores de arte. Palmaroli, Pradilla, Villegas, Álvarez de Sotomayor, Federico de Madrazo contra los Beruete (que también era artista y de los buenos) Sánchez Cantón, Angulo, Pérez Sánchez, etc.
Pero…¿No es verdad que nunca nos pondremos todos de acuerdo en cual debe ser la selección ideal de las obras de arte que deben figurar en las salas abiertas al público y como deben ser colocados? A mí, por ejemplo, me gustaría que los Bufones volvieran a la sala circular de Velázquez además de los cuadros grandes de Las Lanzas, Las Hilanderas y Los Borrachos. El criterio seguido en este caso es el de agrupar en este principal espacio a la familia real respetando el lugar tradicional del fondo para Las Meninas. Y no me importaría que algún cuadro tenga que situarse sobre otro . La galería central ha sufrido grandes cambios y ya no es la galería de los artistas españoles del Barroco desde Maino y Ricci hasta Ribera y Murillo. Ahora es mas internacional y los cuadros italianos de gran porte (Tiziano, TIntoretto, Veronés) antes relegados a la planta baja comparten con los españoles el tramo mas visitado, aquel que los cansados pies de los turistas ven con mas placer antes de que su ojos empiecen a nublarse y sus articulaciones a resentirse del largo paseo.
Enrique García-Herraiz