Antonio Santos y su “arte degenerado”

13 marzo 2012
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Aislamiento, desatención, inexistencia, invisibilidad… vienen a ser  hoy día las hogueras y los decretos que pueden consumir obras y trayectorias de artistas no obedientes a los vectores simples, necios y demagógicos de las llamadas -¡ay!- políticas artísticas.  Antonio Santos es un pintor y escultor que va por libre, de forma que su arte puede considerarse “Arte degenerado” en estos tiempos, un arte inútil, prescindible, incómodo; arte olvidable para quienes reparten las medallas prácticas de las bondades ideológicas.

A un artista como Antonio Santos ha de serle imposible optar en igualdad de condiciones a las docenas de convocatorias temáticas y propagandísticas que publican sus bases diariamente en la red; a de serle imposible plegarse a los requisitos de la expresión y del contenido de ayudas, premios, residencias artísticas internacionales y becas que se lanzan al aire de la asistencia al artista actual; ha de serle imposible ser el destinatario de adquisiciones institucionales, de proyectos públicos y de inclusión en colecciones de las que van contando para, más adelante, conformar una historia del arte de nuestro siglo y del anterior.
La exposición que el propio autor ha bautizado como “Arte degenerado”, está llena de muy buen hacer, está llena de anhelos humanísticos, está llena de desobediencia artística, está llena de humor inteligente, de auto-conocimiento riguroso y de vida voluntariamente vivida y recreada una vez y otra vez; está llena de ese valor tan generoso que hace que un conjunto de cuadros, dibujos y esculturas quieran ir  convirtiendo la tierra, poco a poco, en una obra de arte.
Santos se mueve siempre entre sus piezas con la sencillez y la bondad del padre de una familia peculiar, respetuoso con los temperamentos de cada una de sus obras, solvente como un buen profesional y acariciador de sus hechuras; valora su expresión en las maderas, piedras duras y blandas, superficies en plano y en volumen con el mismo admirable acierto estructural, compositivo y colorístico. Es un creador muy, muy degenerado: consistente, seguro, desobediente, culto,  amante del trabajo de taller, gran imaginador, crítico, vivo, siempre anti-demagógico, personal, riguroso, paradójico. Hablan por él sus obras, como siempre, y más aún en esta colección.

 

Carmen Pallarés

 
Antonio Santos
“Arte degenerado”
Galería Ra del Rey-Madrid 

 

 

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