Arrulla el canto de la vida y nos negamos a oírlo. Se postra la hermosura ante nos y nos cegamos. Danza la muerte y nos aquista antes de morir. Vivir es un ejercicio de decencia sin contrapartida. Bailemos en Odesa: “No sabemos qué es la vida,/ quién la hace, la realidad ha quedado espesa/ por tantos anhelos. La subimos hasta nuestro labios/ y bebemos”.
¿Estamos en un azucaque?. ¡Hay efugios! Quienes se empeñan en buscar lo que no existe cosecha desazones. La esencia de los níscalos anaranjados y cupríferos; el perfume de melocotones, granadas, membrillos, manzanas; las nueces, los azufaifos, las castañas regalan los aromas del otoño. Un resplandor rembrandtiano áureo deja días estuosos y unas tardes doradas henchidas de sol candío, maduro, cansado: “Poeta es una voz, digo yo, como Ícaro,/ que se susurra a sí misma mientras cae”.
El cielo azul cede a nublos altos. El domingo se vio, mágica presencia, un parhelio. Fenómeno esquivo, hechicero, con aparición simultánea de varias imágenes del sol reflejadas en las nubes sobre un halo. Suerte de breve arco iris. La luz se filtra y el blanco se hace haz de vivos colores. “Si, estoy vivo. Puedo cruzar la calle y preguntar ¿Qué año es¿/ Puedo bailar mientras duermo y reírme/ frente al espejo./ Hasta dormir es orar, Señor,/ yo he de alabar tu locura, y/ en un idioma no mío, hablaré/ de la música que nos despierta, la música/ en que nos movemos”.
Todo se confabula a embarnecer el pesimismo, energía negativa nos acosa y en vez de buscar luz, danzamos de la melancolía al desánimo. Cuanto más tardemos en partir de cero, más peligrosa será la cirugía. Hay culpables, más somos nosotros los que debemos iniciar la reconquista. “En términos simples, puesto que la dulzura/ entre líneas ya no es importante,/ lo que tú llamas inmigración yo lo llamo suicidio”.
En tal loco desasosiego, Libros del Aire, edición bilingüe, publica Bailando en Odesa de Ilyá Kaminski, traducción y prólogo de Gustavo A. Chaves. No he podido dejar de leer hasta terminarlo, lo que no ocurre adunia en poesía. “…mi abuelo componía charlas sobre la oferta/ y la demanda de nubes en nuestro país:/ el Estado lo declaró enemigo del pueblo”.
Bailando en Odesa deslumbra y la imaginación que lo nutre. Una coctelera que mezcla: opresión soviética, corrupción ucraniana, mártires de la poesía rusa, mucho Chagall, gotas de beat, tradiciones judías, zumo de limón, soul y humor inteligente, lúcido ácido. Kaminsky, Odesa 1977, quedó sordo a los cuatro años, vive en Estados Unidos desde 1993 y allí ha forjado su can -to con perfume inconfundible a gloria. “No estoy sordo,/ simplemente le he dicho al mundo/ que apague por un rato su música insensata”.
Felipe de Guevara